ADOLESCENTES CONECTADOS: LA MEDICIÓN DEL IMPACTO DEL MÓVIL EN LAS RELACIONES SOCIALES DESDE EL CAPITAL SOCIAL (PARTE 1ª) | DRA. Mª JOSÉ VIDALES Y PROF. CHARO SÁDABA | UNIVERSIDAD DE NAVARRA
1. Introducción y estado de la cuestión
La tecnología digital ha adquirido gran importancia entre el público adolescente y forma parte de sus prácticas cotidianas en distintos ámbitos como el familiar, educativo y social. En ellas, el teléfono móvil ocupa un lugar importante pues se trata de un dispositivo personal que se adapta a sus particulares necesidades sociales y de consumo.
La incidencia que el móvil puede tener en las relaciones sociales de los jóvenes adquiere especial interés, pues en gran medida las comunidades de las que forman parte utilizan la tecnología para comunicarse, y este dispositivo lo facilita. Las actividades que los jóvenes realizan dentro y fuera de Internet no se separan, pero sí se influyen mutuamente (Boyd, 2014; Korchmaros & al., 2013). La función comunicativa de este dispositivo y su rápida adopción por parte de los jóvenes lo convierten en una modalidad de comunicación mediada que interesa analizar detenidamente. El objetivo de este trabajo fue conocer cómo influyen determinados componentes característicos de la comunicación mediada por el móvil en las relaciones sociales de los adolescentes y de qué manera se diferencian de aquellas que mantienen cara a cara.
La calidad de estas relaciones, que ahora se trasladan a un ámbito «online» a través de las redes sociales y las comunidades virtuales, todavía es difícil de medir, y por ello resulta útil analizar el concepto de capital social. Mediante el análisis de este recurso, y teniendo en cuenta su presencia en las comunidades o grupos de adolescentes, se pretende conocer el impacto más o menos positivo que tiene la comunicación mediada por el móvil en la calidad de sus relaciones sociales.
Se plantea la hipótesis de que la medición objetiva del capital social permite identificar componentes de la comunicación mediada por el móvil, que inciden de modo significativo en las relaciones sociales de los adolescentes.
1.1. Capital social
Entre los motivos que llevan a las personas a involucrarse en comunidades virtuales o a comunicarse con otros a través de Internet destacan especialmente recursos que son intangibles, como la búsqueda de información y opiniones, las amistades, el apoyo y confianza mutuos o el sentido de pertenencia a un grupo (Baym, 2011; Jenkins, Ford, & Green, 2015; Korchmaros & al., 2013; Smith, Himelboim, Rainie, & Shneiderman, 2015). A través del análisis de estos recursos y de los beneficios obtenidos mediante dicha participación, emerge de modo recurrente el concepto de capital social, entendido como una serie de recursos que aúna a los individuos de una comunidad, pues enriquece las relaciones que mantienen entre sí, y beneficia su desarrollo (Smith, 2014). El análisis de este recurso referido a las relaciones sociales ya ha sido objeto de investigación desde hace más de tres décadas (Bourdieu, 1980, 2002; Coleman, 1988; Bourdieu & Wacquant, 1992; Portes, 1998; 2014; Durston, 2000; Put- nam, 2000, 2001; Neira, Portela, & Vieira, 2010). Tal y como explicaba Bourdieu (1986: 248), a quien se considera precursor del término, el capital social hace referencia al «agregado de los recursos actuales o potenciales vinculados a la posesión de una red estable de relaciones más o menos formales de conocimiento mutuo o de recono- cimiento».
Bourdieu (1986) otorgaba a este concepto un sentido instrumental, destacando los beneficios que los individuos pueden acumular a través de la participación en grupos y de la construcción deliberada de relaciones con el fin de crear y obtener recursos. Distinguía dos elementos en el capital social: las redes sociales que permiten a sus miembros reclamar o acceder a distintos recursos, y la cantidad y cualidad de estos.
Años más tarde, Bourdieu y Wacquant (1992: 119) definieron el capital social como «la suma de recursos, reales o virtuales, que puede alcanzar una persona o un grupo a través de una red de relaciones de conocimiento mutuo y reconocimiento, más o menos institucionalizada». Es decir, las relaciones pueden hacer variar los recursos que se obtienen en función y forma.
Más tarde, Putnam (2000: 21) definió el capital social como «redes sociales y normas de reciprocidad asociadas a ellas», y aseguraba que este concepto adquiría formas y tamaños diferentes relacionados con distintos asuntos o problemas. En su libro «Bowling Alone», describió cómo la participación ciudadana en Estados Unidos en el siglo veinte sufrió altibajos hasta disminuir considerablemente en la actualidad, pasando de ser una sociedad civil fuerte y activa a otra más individualista. Afirmaba que el capital social que permite la conexión entre familiares, amigos y vecinos se había descompuesto provocando el empobrecimiento de las ciudades (Putnam, 2000). Este autor distinguía entre capital social inclusivo o «bridging social capital» y capital social exclusivo o «bonding social capital» para referirse a la distinta calidad de los vínculos que se generan entre las personas que forman parte de las redes. Explicaba que ciertas formas de capital social son, por elección o necesidad, hacia dentro y tienden a reforzar identidades exclusivas y grupos homogéneos; mientras que otras hacia fuera permiten relacionar una mayor diversidad de personas pero mediante vínculos más frágiles (Putnam, 2000: 22).
Además del capital social exclusivo e inclusivo, Ellison, Steinfield y Lampe (2007) analizaban otro tipo de capital social, al que llamaban «mantained», para referirse a vínculos débiles entre personas que se encuentran separadas físicamente y que les permiten mantener las relaciones a pesar de las distancias.
La extensión y la calidad de los vínculos que las personas forman entre sí, junto con factores del entorno, pueden influir en el capital social de las comunidades y en la sociedad en general. Entre estos factores, la tecnología emerge como un medio de comunicación interpersonal que facilita el acceso de los adolescentes a entornos más amplios, distintos al ámbito familiar. Por ello parece necesario analizar este concepto de manera más actualizada en relación con el uso de Internet y las pantallas digitales.
Numerosas investigaciones ya abordan la relación entre la participación de los adolescentes en las redes sociales en Internet y el capital social generado (Ellison & Vitak, 2015; Hampton, Lee, & Her, 2011; Lambert, 2015; Liu & Brown, 2014; Sádaba & Vidales, 2015; Wu, Wang, Su, & Yeh, 2013; Xie, 2014). Sin embargo, todavía deben desarollarse métodos adecuados para medir este recurso de naturaleza intangible, de manera que pueda entenderse la influencia que la comunicación mediada por las tecnologías, y en particular por el móvil, tiene en las relaciones sociales de los jóvenes.
La función comunicativa del teléfono móvil y su rápida adopción por parte de los jóvenes lo convierten en una modalidad de comunicación mediada que interesa analizar detenidamente. El objetivo de este trabajo fue conocer cómo influyen determinados componentes característicos de la comunicación mediada por el móvil en las relaciones sociales de los adolescentes y de qué manera se diferencian de aquellas que mantienen cara a cara.
1.2. Medición del capital social generado en las comunidades
En su intento por conocer el impacto que Internet y el móvil tienen en el capital social de las comunidades, Katz, Rice, Acorda, Dasgupta y David (2004) analizaron distintos componentes de la comunicación mediada que pueden afectar a este recurso: las interacciones en Internet y en el ámbito físico, el número de contactos, la composición de las comunidades, la frecuencia y la espontaneidad de la comunicación, la localidad/globalidad de los contactos, la confianza, las distancias, la rapidez, la identidad y el control. Al considerar el teléfono móvil en particular, su teoría se distingue de las desarrolladas por Hooghe y Oser (2015), Jiang y de-Bruijn (2014), más centradas en el impacto que Internet en general, y otros medios tradicionales como la televisión, tienen sobre el capital social. Por eso adquiere un interés especial en este trabajo al adecuarse al tema sobre el impacto que el móvil puede tener en las relaciones sociales de los jóvenes.
Aunque en su investigación Katz y otros (2004) mencionaban diez componentes de la comunicación mediada por el móvil que pueden influir sobre el capital social, se propone reformular este elenco, ya que algunos de ellos podrían ser vistos como consecuencia y no tanto como un elemento de la comunicación mediada. La confianza, por ejemplo, junto con la cooperación, la efectividad institucional o el apoyo mutuo, podrían considerarse consecuencias del capital social (Putnam, 2000: 22).
En línea con Papacharissi (2005), Schrock (2016: 8) afirma que los medios sociales móviles no constituyen un nuevo entorno relacional, sino que resultan nuevas formas de afinar el contacto social, gestionar el tiempo y expresar la identidad. Por eso, los más jóvenes no siempre distinguen entre el mundo virtual en Internet y otro físico, pues las actividades que realizan y las relaciones que mantienen con otras personas de su edad se mezclan de forma con- tinua, en ambos contextos (Bauwens, 2012). No obstante, Katz y otros (2004) creen que solo la correcta distinción entre el mundo virtual y real permitirá que la comunicación y las relaciones que establecen sean positivas.
En el siguiente apartado se explica el trabajo de campo que se ha llevado a cabo entre adolescentes, para conocer cómo usan el móvil y de qué manera influye en sus relaciones.
La semana que viene publicaremos la 2ª parte del artículo.
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