Resulta innegable que la conducta de quienes nos rodean, particularmente, la de aquellos que juegan roles más relevantes para nosotros, tienen especial trascendencia en la modelación de la nuestra. De todos es sabido que nuestros hijos, que no están hechos exactamente de la misma pasta que nosotros, asumen y reproducen, en buena parte, nuestras creencias, actitudes y comportamientos. Es posible que la genética tenga algo que decir al respecto, pero es obvio que, en ningún caso, es ella la única y exclusiva responsable de esta realidad; una realidad que no es esencialmente diferente a la de otros muchos roles ajenos al ámbito familiar que impactan, igualmente, en nuestro modus vivendi. Los unos y los otros, se encuadran en una especie de clan de sembradores, no siempre conscientes de su función, que van dejando caer en su campo de acción, formas, pautas de actuación, conductas, valores… Puede ocurrir que algunas de estas simientes muten o, incluso, perezcan durante su período de germ