DIGITAL O VEGETAL | XIMENA CARBONE | ADVICE


Transitamos un momento de profundo cambio en nuestra forma de vida. El mundo se está transformando y, junto con él, las personas, sus necesidades y cómo se vinculan. Todo indica que la flexibilidad y adaptabilidad son condiciones indispensables para la transición.

Sabemos que el cambio es lo único seguro. La incertidumbre con la que estamos aprendiendo a convivir se ha instalado también en nuestras oficinas, en los roles laborales y en el mundo del trabajo en general. La tecnología está presente en cada actividad humana, sumando presencia y dependencia de una manera vertiginosa. El mundo nos dice: “O eres digital, o eres vegetal”, estimulándonos a adaptarnos a esta nueva realidad.

Las nuevas tecnologías han causado cambios y disrupción en los entornos de trabajo. Desde la cultura híbrida y los espacios de trabajo nuevos, hasta un nuevo tipo de trabajador: el trabajador 4.0. Adaptarse es la premisa para las empresas, pero también lo es para los colaboradores. A lo anterior se suma una fatiga por estrés prolongado, producto de la pandemia. Los trabajadores han estado bajo prolongados periodos de estrés, y se han enfrentado a incertidumbre, cambios y readaptaciones constantes. Las empresas se ven desafiadas no solo por el entorno laboral y la competencia del mercado, sino por sus colaboradores y la gran renuncia, que provoca altos índices de rotación, dificultad en la retención del talento y el lógico impacto que esto tiene sobre productividad y eficiencia. En muchas organizaciones los lugares de trabajo son ahora principalmente espacios de socialización y desarrollo de pertenencia, no el lugar en el que realizan las tareas.

¿DIGITAL O VEGETAL? ESA PARECE SER LA CUESTIÓN

En una cultura híbrida, los entornos colaborativos son posibles a través de la una cultura digital. Las empresas han tenido que adaptar sus tecnologías a las necesidades del negocio, pero también de sus colaboradores. Sin embargo, el aspecto humano siempre está inmerso en estos desafíos, sumándose como un eslabón fundamental en la era tecnológica. La necesidad de digitalizar procesos y de adaptar e incorporar tecnología nos puede distraer y hacer perder de vista que, en definitiva, seguimos trabajando con personas, que son las que hacen que las cosas sean posibles. Como seres sociales, necesitamos de nuestras competencias más blandas para llevar a cabo muchos de estos desafíos. No hay empresa sin equipo, no hay equipo sin empatía, y no hay éxito sin motivación. Y todo esto no lo puede aportar la tecnología, sino nosotros.

Un humano más digitalizado sería la nueva fórmula. En este cambio de paradigma, las empresas se enfrentan a un contradictorio escenario en el que deben empatizar con las demandas personales, y a la vez entender que lo humano continúa siendo el centro de los procesos, y la digitalización es la que permite la necesaria agilidad y el crecimiento, estandarizando acciones. Lo que no puede ocurrir es que por ser más digitales nos volvamos menos humanos. Si el foco es lo digital, ¿Dónde queda posicionado el factor humano?

No podemos olvidarnos en esta transición una de las necesidades más primarias del humano: el contacto con otros, que es lo que, en primera y última instancia, aún motiva a los colaboradores a formar parte de una empresa o a querer irse de la misma. Las empresas satisfacen necesidades básicas de afiliación que tenemos como seres que forman parte de una sociedad. Más tarde o más temprano, buscaremos pertenecer a empresas que satisfagan nuestras necesidades más básicas de vinculación, contacto y relacionamiento.

Las empresas deben crear entornos más humanos, en los que la tecnología permita digitalizar procesos de trabajo, a la vez que se sigue alimentando el componente humano que genera cohesión en un equipo, engagement y sentido de pertenencia. Porque, en definitiva, la tecnología no puede hacer ese trabajo y, en el mejor de los casos, jamás lo podrá sustituir.

Considerando estos desafíos que tenemos por delante como organizaciones, la gestión humana estará bajo la lupa. El área de Recursos Humanos tiene que acompañar la reinvención de la estrategia empresarial al mismo tiempo que las necesidades de la gestión humana en las organizaciones, buscando el sano equilibrio entre lo humano y lo digital. Ahora más que nunca, ante las transformaciones que supone el avance digital, es momento de que las organizaciones contemplen en sus presupuestos destinar un porcentaje significativo a la gestión humana.

Estamos en épocas de ensayo y error. Parte del éxito es equivocarse y, como organización, tendremos que estar preparados para que las caídas sean nuevos intentos. El horizonte no es tan previsible ni claro como era antes. La tolerancia a la frustración, la perseverancia y la resiliencia serán buenas aliadas para estos tiempos.

Las personas siguen y seguirán siendo el motor de las empresas. Es necesario digitalizarse, pero hay necesidades individuales y humanas que la tecnología no puede suplantar. El desafío está en adquirir habilidades que nos permitan humanizar procesos, porque el factor humano sigue siendo fundamental en el éxito de aliarse a la tecnología.

Las empresas deberán desarrollar culturas ágiles, innovadoras y, sobre todo, orientadas al aprendizaje. Adaptables, flexibles y moldeables. Si algo aprendimos de estos últimos dos años es que siempre sucede lo que no esperamos y, para sobrevivir, tendremos que ver qué tan preparados nos encuentra lo inevitable.

Fuente: "Hacer empresa" IEEM

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