¿TE JUBILAS? | LORENZO RAMÍREZ | ASESOR RRHH | ALUMNI PADE

¡Ponle ganas!

El verdadero fin de la jubilación, no es “dejar de hacer”, es disfrutar haciendo
Hace unos días leí un Twitter de alguien que decía “¡Qué ganas tengo de jubilarme para poder pasar de todo y no tener que hacer nada!”

Hay quienes piensan que la verdadera esencia de la jubilación es parar, liberarse de una carga, descansar, “disfrutar por dejar de hacer”.

¡Qué mal lo habrán tenido que pasar en su vida activa anterior para que se conformen con tan poco para el resto de su existencia!, ¿verdad?. Sólo descansar. ¡Qué tedioso!. Claro que no es malo celebrar el final de esa etapa que ahora se cierra, pero es, sin duda, aún mejor celebrar la apertura de esta otra.

El verdadero sentido de la jubilación es mucho más dinámico, es “disfrutar haciendo” lo que apetece, como apetece, cuanto apetece y cuando apetece”, obviamente, en la medida que las circunstancias nos lo permitan; pero, sin duda, hay que ayudarlas.

Si jubilar, como es obvio, se deriva de “júbilo”, hay que hacer que esa alegría, esa felicidad, ese regocijo se genere preferentemente por “hacer” y no, o no sólo, por “dejar de hacer”.

En cierta ocasión, que tuve que acudir a media mañana a hacer una gestión en el Instituto Nacional de la Seguridad Social, y cuando llegué a una plaza cercana, desde lejos observé, sentados en un banco, a tres antiguos compañeros de trabajo, que se habían jubilado la semana anterior. Me llamó la atención porque estaban serios, callados, abstraídos, aparentemente sólo viendo cómo pasaba la gente. Cuando llegué a su altura los saludé y les pregunté por lo que hacían, a lo que uno de ellos me respondió de manera indolente “Ya ves, echando el tiempo pa´ atrás”.

De eso hará ahora unos cuarenta años, pero aún lo recuerdo en detalle por el impacto que me causó. ¡Qué pronto se habían rendido!. Habían pasado todas sus vidas
 
trabajando y ahora, que tenían tiempo para hacer lo que les pudiera apetecer, sólo se les ocurría, pasivamente, echarlo para atrás, desperdiciarlo e incluso, aparentemente, desear que se consumiera para dar paso a un “después” igualmente vacío y sin mayor expectativa.

Hay personas cuyo único objetivo parece ser, sólo, “matar el tiempo”, llenar las horas vacías con inactividad o con cualquier “lo que sea”, incluso el más tedioso, el más aburrido; y lo anecdótico es que lo hace, esencialmente, para evitar el aburrimiento; y así, transcurren, como no podría ser de otro modo, “las horas muertas”. Da la sensación de que quieren agotarlas cuando, en verdad, es cuanto tienen. El sopor, la apatía, la desgana les lleva a desear que termine cuanto antes hoy, aún sabiendo que mañana se presentará, como mínimo, igual de anodino.

Durante toda nuestra vida -primero de estudiantes y luego de trabajadores- tenemos la mayor parte del día consciente ocupado, repleto de actividades, de necesidades de aprender, participar, aplicar conocimientos, mejorar, decidir, resolver, lograr… y, en una gran proporción, ocupados en alcanzar los objetivos y seguir las directrices, pautas o instrucciones de nuestros padres, profesores, entrenadores, jefes o empresarios.

Lo cierto es que un día llega nuestra jubilación y, súbitamente, se agota esa programación ajena que ha regido nuestra existencia los últimos sesenta o setenta años; toda nuestra vida hasta el momento. Desaparece, se esfuma la mayor parte de esas necesidades que colmaban nuestra actividad diaria, y la agenda se nos vacía. A partir de ese momento, son ya escasas las personas y/o las circunstancias que nos definen proyectos, objetivos, que nos indican qué hacer, cómo, cuánto, cuándo o a qué ritmo se espera que lo hagamos. Un cambio radical, un reto que, de no ser bien gestionado, puede convertirse en una importante limitación para el resto de nuestra existencia.

Especial cuidado deben tener aquellos cuyo trabajo ha sido el principal pilar de su vida, porque, a partir de este cambio de tercio (del segundo al tercero), todos los días tienen el marchamo de inhábiles y somos nosotros mismos y no otros, quienes tenemos la libertad, pero también la responsabilidad, de definir cómo administrarlos, qué hacer en ellos y con ellos; si dejar que funcionen solos y vivir, pasivamente, en base a lo que vaya surgiendo de manera espontánea e incontrolada, “matando el tiempo”, “echándolo para atrás”, o sacarle el máximo partido procurando aprovechar todo lo maravilloso que nos puede brindar, porque, ¿cuál, si no éste, es el futuro por el que hemos trabajado tanto tiempo?; ¿o es que ya lo consumimos y no nos queda nada de él?

Los días vienen de fábrica vacíos y transparentes y, aun cuando no siempre vamos a disponer de la salud, del dinero, de las compañías y de las circunstancias idóneas, somos nosotros los que los llenamos de contenido y los pintamos con los colores que deseemos hasta llegar a hacerlos interesantes, ilusionantes e incluso divertidos.

Aquí van unas breves sugerencias por si crees que pudieran ayudarte a lograrlo:
1.- Mantén ocupado tu cuerpo. Le vas a sacar mucho mejor rendimiento; si no lo usas, se va oxidando irremediablemente. Nada, pasea, camina todos los días, haz ejercicio físico periódico acorde a tu edad y a tu situación física, pero no te excuses con mínimos; sé autoexigente. Define tus objetivos y comprométete con ellos: cuánto tiempo, cuántos kilómetros, cuántas piscinas vas a hacer hoy.

2.- Tu mente también demanda actividad para no deteriorarse. Lee, haz crucigramas, sudokus, problemas de lógica. Trabaja tu memoria; intenta aprender la letra de una canción, un chiste, un verso…
Recuerdo un familiar que, ya muy mayor, se dedicó a estudiar y a memorizar, los diferentes tipos de carros de combate utilizados en la segunda guerra mundial, con sus correspondientes potencias de fuego, blindajes, movilidades, autonomías, batallas en que participaron, fechas…; llegó a ser un auténtico experto. Al igual que en el caso anterior, ponte retos y cúmplelos.

3.- Cuídate de estar relativamente actualizado. No puedes reducir los temas de conversación a tus dolencias, tus enfermedades, tus operaciones o tus limitaciones luciéndolas como medallas en el pecho. Entérate de lo que está pasando en el mundo, de cómo le va a tus antiguos compañeros y amigos, procura disponer, al menos, de una idea sobre las innovaciones tecnológicas más llamativas, de las novedades políticas más relevantes… Sácale partido a Internet; investiga, entérate, busca curiosidades : ¿Por qué tu calle tiene ese nombre?, ¿ cuál es el origen de tu apellido?, ¿por qué el agua del mar es salada?...

4.- Haz una dieta saludable, pero, en la medida de lo posible, no te prives de nada. Ten presente que, probablemente, ahora quemarás menos calorías que cuando eras más joven, de modo que el acierto de la dieta no se limita al qué y al cuándo, sino que también es especialmente importante el cuánto. Sírvete una cantidad prudente y evita repetir.

5.- Goza la naturaleza. Haz excursiones y paseos por lugares agradables que hace tiempo no visitas, levántate temprano y disfruta de la espectacularidad de un amanecer, respira profundamente el aire del monte, siente la tibieza del sol en tu piel, pasea a la orilla del mar, escucha el rumor de las olas, el viento o, como cantaban Simon and Garenfunkel, “los sonidos del silencio”.

6.- Mantén vivo el interés no sólo en el hoy, sino en el mañana inmediato. Vive el día, pero no pienses que tu “ahora” se agota hoy; ¡estíralo!, haz que dure hasta mañana, o hasta la próxima semana, o un mes …. Seguir, a través de los medios, la evolución de un problema, el desarrollo de una competición de cualquier deporte, ver una serie de televisión o leer una novela te mantiene vivo el interés en lo que queda por suceder.

7.- Vive permanentemente en una actitud positiva. El vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Recuerda: lo positivo siempre detrás del “pero”; nunca delante. No es “Lo pasé muy bien, pero era muy caro”, sino “Era muy caro, pero lo pasé muy bien.
Huye de los apáticos, tibios e indiferentes y si te ves en la necesidad puntual de tener un encuentro con alguno de ellos, moviliza antes a todos tus anticuerpos para minimizar el riesgo de infección, activa tus dotes de convicción y entusiasmo para intentarneutralizar su veneno, e  incluso para inoculárselas a él y, de cualquier modo, procura que el tiempo de exposición sea breve.

8.- Resérvate periódicamente un tiempo para compartir, para charlar con tus hijos, saber, sin atosigarlos, de sus retos y de sus logros, echarles una mano, asumir las responsabilidades de un abuelo/a sin que la presión llegue a agobiarte, disfrutar de los nietos, interesarte y conversar con amigos y familiares.

9.- Créate una o varias rutinas diarias en las que te puedas encontrar cómodo; te ayudarán, además, a tener parte del día ocupado sin padecer la presión diaria de pensar cómo llenarlo. La atención de las tareas del hogar, el rato de lectura, el tiempo que te reservas habitualmente para una afición o a uno de tus proyectos, el paseo y el cortado de media mañana con los amigos, la cabezadita después de comer… son ejemplos claros de rutinas que te ayudan a inflar tu globo.

10.- No te resignes a mantenerte “entretenido”, término, éste, que deberíamos expulsar del vocabulario de los jubilados; porque es insuficiente y conformista, es un quedarse a medias tintas, una renuncia a la ilusión, a la diversión, a pasarlo bien, a ser feliz, y todo ello, tal vez, en base a la estúpida idea de que a cierta edad ya no es posible alcanzar o merecer más. Para intentar evitarlo, apúntate al “Club del 3”:

Aunque a veces, un rato de soledad es bienvenida, en la medida de lo posible, mantén una relación cercana, por lo menos, con 3 personas cordiales, a las que verdaderamente aprecies, con las que puedas compartir cómodamente y en las que puedas confiar, pasar una o varias jornadas o un rato agradable, que estén dispuestas a dedicar tiempo a escucharte. Pueden ser tu pareja, familiares o amigos; pero al menos tres y no todos parientes. No te puedes permitir que una adversidad, un desencuentro o una enfermedad los distancien y te quedes sólo.

Por razones similares, asegúrate de tener siempre vivos, al menos, 3 proyectos, con retos a alcanzar -aunque sean sencillos- adicionales a los ejercicios de mantenimiento de cuerpo y mente que vimos anteriormente. Puede ser aprender solfeo, tocar la guitarra, bailar, practicar yoga, especializarte en un tema concreto, escribir un libro, integrarte en un grupo de teatro, de lectura ó de yoga, comprometerte en el voluntariado y participar en actividades solidarias, pintar una habitación, ordenar el trastero, mejorar el aspecto de tu vivienda, o hacer experimentos para enriquecer una receta de cocina. Piensa en el resultado a obtener, en cómo quieres que quede, lo que tienes que comprar, cómo vas a hacer el trabajo, cuánto cada día…

Disfruta de, cuando menos, 3 hobbies (distintos a los proyectos en los que trabajes) como pintar, escribir, hacer bricolaje, senderismo, puzles, dedicarte a la repostería, aver películas, a la astronomía, a jugar a las cartas, a las quinielas, al bingo, al golf, viajar, cuidar el jardín o tus plantas de interior, coleccionar (sellos, monedas, miniaturas…), salir a comer con los amigos… Si buscas en internet encontrarás cientos, si no miles, de iniciativas.

No te rindas a la apatía, precisamente ahora, que es cuando más opciones tienes de ganar. No te conformes con vegetar. ¡Vive, disfruta y contagia a los demás!

Como decía el inigualable Mario Benedetti, “No te salves, no te quedes inmóvil al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgana. No te salves ahora ni nunca. No te salves.…”

Justo cuando acabo de redactar estas líneas recibo un wassap con unas viñetas de la serie de tiras cómicas “Peanuts”. En ellas, Charlie Brrown, sentencia “Un día nos vamos a morir, Snoopy”, y éste contesta “Cierto, pero los otros días no, así que vamos a disfrutarlos”.
¿Qué hacer, si no?


Lorenzo Ramírez Muñoz,  Jubilado, que no pasivo 

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