TRANSFORMACIÓN DIGITAL. UN AÑO DE APRENDIZAJE* | JORGE ALONSO | CIO VELORCIOS GROUP | ALUMNI EMBA y PADE

Hace apenas unas pocas semanas que se cumplía un año de aquel 14 de marzo: el día en que todo cambió de repente. Hoy nos parece casi imposible imaginar cómo, en un tiempo récord, fuimos capaces de adaptar nuestras vidas a la llamada nueva normalidad y cómo supimos desplegar capacidades que desconocíamos que teníamos dormidas, apelando al más puro instinto de supervivencia.

A nadie se le esconde que la tecnología jugó un papel protagonista en todo aquel proceso de adaptación. La necesidad de implantar a toda prisa el teletrabajo obligó a empresas y a profesionales a realizar un enorme esfuerzo y poder abordar, por vía de urgencia, la transformación digital de su negocio.

En los meses de confinamiento todos nos afanamos en resolver las dificultades que iban apareciendo día tras día marcadas por el ritmo frenético de la inmediatez, sin preocuparnos demasiado en la sostenibilidad o en la idoneidad de las soluciones que íbamos encontrando e implementando casi sobre la marcha.

Hoy, con la perspectiva que solo sabe dar el tiempo, somos capaces de identificar qué cosas hicimos bien, cuáles no salieron como esperábamos y, sobre todo, qué aprendizaje nos dejó este año de transformación digital acelerada que nos vimos obligados a afrontar.

En este sentido identificamos claramente tres factores que marcaron el éxito de aquellas empresas que sí supieron superar con solvencia el reto. El primer aspecto lo encontramos en la transformación del puesto de trabajo. Ya nadie duda de la necesidad de poder trabajar allí donde sea necesario o más conveniente.

El teletrabajo nos enseñó que aquello de tener que desplazarse a la oficina para poder desempeñar las tareas cotidianas comenzaba a ser cosa del pasado. Consecuencia de ello fue el enorme crecimiento de las ventas de portátiles, dejando al mercado totalmente desabastecido al poco tiempo de empezar la pandemia.

Todavía permanecen en nuestras retinas las imágenes de muchos profesionales que tuvieron que echarse su ordenador de la oficina debajo del brazo para llevárselo a casa y poder teletrabajar ante la imposibilidad de conseguir una solución mejor.

La realidad, y esta fue la primera enseñanza que nos dejó la crisis de la COVID19, es que necesitamos puestos de trabajo deslocalizados que no estén, por obligación, ligados a una ubicación física.

Una vez resuelta satisfactoriamente la transformación del puesto de trabajo hubo que afrontar el siguiente escollo: lograr que los usuarios pudieran acceder a sus datos y a las aplicaciones de sus empresas para desarrollar las tareas cotidianas, ahora, desde sus hogares.

Aunque parezca mentira, hasta aquel día muchas empresas nunca habían mirado hacia la nube y permanecían ancladas en antiguos modelos informáticos basados en servidores ubicados en un pequeño cuarto de la oficina donde almacenaban todos sus datos y aplicaciones. Un modelo de infraestructura de IT que mostraba claramente sus carencias en el nuevo escenario marcado por la pandemia.

Y así fue como muchos negocios tuvieron que migrar, de manera acelerada, sus datos y aplicaciones al cloud para que los trabajadores pudieran acceder a ellos desde sus casas. Algunos, los más insensatos, optaron por habilitar accesos remotos a sus oficinas dejando al descubierto serias brechas de seguridad. En la práctica fue como si se hubieran marchado de sus instalaciones dejando la puerta abierta y la alarma desconectada. Lógicamente, los ciberdelincuentes no tardaron en hacer su aparición y con ella, llegaron los inevitables disgustos.

La pandemia también nos dejó claro que la ciberseguridad nunca fue una opción y que cualquier proceso de cambio siempre debe ir acompañado de las medidas necesarias que minimicen los riesgos asociados al nuevo escenario.

Todo esto que aprendimos casi a trompicones, nos ayudó a identificar las tres líneas de actuación que ineludiblemente hay que abordar en cualquier proceso de transformación digital: la transformación del puesto de trabajo, la transformación del CPD, la transformación de las aplicaciones y todo ello bajo el paraguas de la ciberseguridad.

Pero la principal enseñanza que nos dejó este año de aceleración tecnológica, fue reconocer la necesidad de enmarcar este proceso de cambio en un Plan Director de Transformación Digital. Hoy sabemos que embarcarse en una aventura de tremendas dimensiones sin antes haber realizado un análisis exhaustivo y metódico que nos ayude a identificar de dónde partimos y hasta qué punto debemos llegar es garantía de fracaso.

El Plan Director de Transformación Digital, concretado en un conjunto de actuaciones personalizadas y orientadas a las necesidades de cada negocio, es la piedra angular sobre la que debe girar el proceso de cambio de cualquier empresa. Después de un año de aprendizaje, hoy nos resulta impensable abordar todo este proceso, que hubo que hacer a toda prisa al inicio de la pandemia, sin tener un mínimo de garantías de éxito.

Son muchas la empresas que han completado satisfactoriamente su migración a un nuevo modelo basado en la digitalización; sin embargo, otras tantas siguen todavía en pausa, sin saber que la digitalización no es una moda pasajera, ni tampoco es una opción; simplemente, es un proceso de adaptación que cada empresa debe afrontar para moverse en el nuevo ecosistema digital. Tú eliges en qué bando quieres estar. ¿#Winner or #Loser?


*Artículo de opinión publicado en Tribuna de Canarias. Abril 2021

Comentarios