SKINNER, EL MAR, LA SOCIEDAD DIGITAL Y LA CIBERSEGURIDAD. PARTE II: EL CAMINO | GONZALO HUERTA FERNÁNDEZ | PRESIDENTE EJECUTIVO GRUPO GEMED | ALUMNI PADE
En la primera parte de este artículo titulado “LA REALIDAD”; se hace una analogía sobre los peligros
que se ciernen sobre un individuo o una sociedad que es obligada a relacionarse
con un nuevo medio, en este caso natural,
y que hasta ese momento
era desconocido, el mar. También se dan algunos datos que permiten situar desde el
punto de vista de la peligrosidad o del impacto que sobre la sociedad actual tiene la
utilización de las nuevas tecnologías en esta nueva sociedad digital, o más bien en esta nueva realidad social digital, sin antes
tener una conciencia y
un conocimiento exacto de como se debe establecer esta relación, y que
implicaciones tiene la utilización irracional o irresponsable de la citada
tecnología y/o la información a la que se tiene
fácil acceso utilizando la citada tecnología.
A la luz del panorama descrito en esa primera parte
de este artículo, cabe preguntarse qué podemos
hacer, como nos podemos proteger, o cual sería la tendencia o el rumbo que una sociedad analógica y que está digitalizada
o digitalizándose a alta velocidad; debe emprender para que el conjunto de
la sociedad, empresas, instituciones y ciudadanos, puedan convivir con esta
nueva realidad de una manera equilibrada, segura y que no represente más un
problema que una ventaja.
La seguridad, ya sea seguridad física o seguridad lógica o digital; es una de las bases sobre las que se soportan el desarrollo de todas las sociedades, especialmente los Estados de Derecho. Sin seguridad, no existe libertad ni individual ni de mercado, no existe democracia, no existe la posibilidad de un desarrollo completo de la sociedad. Pensemos en cualquier país, por ejemplo, de medio Oriente, que esté inmerso en una larga guerra. La cual, propicia inseguridad, destrucción, falta de libertades, falta de desarrollo económico y social. Esto pasa exactamente igual en una sociedad que se encuentra inmersa en un proceso de cambio de una sociedad analógica a una sociedad digital. Ley y orden o caos. Pero claro, ley y orden digital. Los sistemas de ley y orden analógicos, no sirven para una sociedad digital. Al igual que no sirven las leyes laborales de épocas industriales por muchas reformas que hayan tenido hasta la fecha.
Si esta sociedad en su conjunto no cuenta con una
seguridad digital plena, o al menos lo suficientemente elevada, que permita el desarrollo
de una economía digital, de unas relaciones entre personas,
empresas e instituciones de manera segura en el intercambio de información o en las transacciones comerciales de todo tipo, será
una sociedad vulnerable y será una transición incompleta o deficiente y que puede
llegar a crear tantos problemas, como soluciones implica su desarrollo.
Igualmente, la sociedad
deberá de preocuparse y ser corresponsable por desarrollar capacidades que le permitan identificar
qué información, que circula por todo tipo de redes sociales, es buena,
válida y veraz a la hora de conformarse una opinión sobre cualquier tema de actualidad
o no. Este desarrollo de nuevas competencias, es algo que debería de estar en
el debate público, más allá de fiar a la tecnología la solución de los problemas
de seguridad digital
o ciberseguridad.
Como describíamos en la primera parte, para que los
habitantes de la comunidad de Walden Dos se pudieran relacionar de manera segura con el mar,
como nuevo y desconocido medio, deberían establecer unos planes dirigidos al
conocimiento y estudio de este nuevo medio. Estos planes ayudarán a tomar
conciencia de las ventajas del nuevo medio, pero también nos advertirán y explicarán, cuales son los
riesgos y peligros a los que nos enfrentamos y como debemos actuar de manera individual y de manera colectiva ante ese nuevo medio.
Si hacemos una analogía de esta ficción, con nuestra
nueva realidad social digital, rápidamente llegamos
a la conclusión de que, sin planes de estudio, del conocimiento, del
establecimiento de modelos de
relación y utilización de este nuevo medio digital,
del establecimiento y desarrollo de normas y leyes, ajustadas
a esta nueva realidad, es imposible avanzar de manera segura desde el punto de vista colectivo, como sociedad.
Utilizamos tecnología para todo. Un ciudadano
cualquiera que su trabajo esté relacionado con el sector primario, por
ejemplo, un agricultor, para relacionarse con su banco deberá tener un ordenador o smartphone, descargar las
aplicaciones de ese banco, y relacionarse digitalmente con el banco. ¿Alguien le ha explicado a ese agricultor que
medidas y que procedimientos de seguridad debe adoptar tanto en su ordenador, como
él mismo como usuario? ¿Sabe que es un phishing o como un ciberdelincuente puede realizarle
una estafa hasta el punto de arruinar su vida
o su explotación agrícola? Este ejemplo lo podemos extrapolar a toda la
ciudadanía y a cualquier sector económico.
Desde los poderes públicos, la seguridad de la
información y la ciberseguridad, no se está abordando
desde un punto de vista global como sociedad. Como sociedad vamos muy por detrás de las implicaciones y riesgos que
tiene una sociedad digital. Como país vamos parcheando
de manera individual y cada grupo o cada sector; empresas, administración, educación, ciudadanía, etc., etc., va
aprendiendo o avanzando de manera desigual y con resultados desiguales, siempre visto
desde el punto
de análisis de la seguridad digital, y lo que implica la falta de esta seguridad para
el éxito de los ciberdelincuentes, y por ende para la inseguridad de la sociedad. Son las personas los únicos elementos de la cadena de seguridad, los que pueden conseguir con su conocimiento, su
sensibilización y su forma de proceder e interacción con el medio, una sociedad digital
más segura, eficiente y libre.
Se fía la seguridad a la tecnología y se descuida,
especialmente desde todos los poderes públicos,
comenzando por quienes tienen las competencias y las obligaciones en educación
a nivel Nacional y a nivel
Autonómico, el establecimiento de planes y programas dirigidos a las personas. Personas que, si se consiguiera
una relación con la tecnología segura, evitaría en gran medida los problemas actuales de seguridad de la
información y ciberseguridad, que empresas e instituciones públicas y privadas
tienen y que todos sufrimos.
La seguridad es estrategia, no es tecnología. Si la tecnología resolviese los problemas de seguridad, está claro que no existirán los ciberdelitos. Y como
hemos visto en la parte uno de este
artículo, el negocio es sustancioso. Y como vemos cada día en las noticias
Nacionales e Internacionales los problemas de seguridad son
permanentes y cada vez más graves y de mayor
impacto.
Bruce Schneier, matemático, criptógrafo, experto en seguridad
informática y divulgador, dice; “Si piensas
que la tecnología puede resolver
tus problemas de seguridad; está claro que ni entiendes tus problemas
ni entiendes la tecnología”.
La digresión que hago en este artículo, persigue
simplemente hacer reflexionar al lector sobre la situación que tenemos
hoy en la sociedad. Y si esta situación la llevamos al ámbito de la empresa,
veremos que es una extensión
más del problema que existe en la interrelación entre humanos y tecnología.
Como la seguridad es estrategia, no es tecnología, cabe preguntarse que puede hacer una empresa o una administración pública para
elevar la seguridad de sus operaciones y de su
interrelación con sus grupos de interés; empleados,
clientes, proveedores, administraciones, contribuyentes,...etc.
Desde el punto de vista empresarial, lo primero que
hay que decir es que la información que maneja
la empresa, es un activo intangible muy
valioso. Bases de datos de
clientes, de ofertas, de planes comerciales, de estados financieros, de precios, de proveedores, de empleados, de procesos de negocio, de
investigación y desarrollo, de innovación, de patentes, etc, etc….
Por tanto, la información es transversal a toda la organización y la estrategia de seguridad también debe de ser transversal e ir dirigida a proteger la seguridad de la información.
Un error
muy común y muy extendido y repetido de manera permanente en medios de comunicación y en ámbitos empresariales,
incluso en círculos más técnicos, es hablar de
ciberseguridad; en vez de hablar de
seguridad de la información. Fiando o depositando en esta ciberseguridad, que es la que debe
velar por nuestra información y por nuestros activos intangibles, a “tecnologías o sistemas milagrosos”.
La ciberseguridad, es una y solo una, de las disciplinas que componen cualquier estrategia dirigida a la seguridad de la información. La seguridad de la información está soportada sobre tecnología,
sobre procesos, sobre políticas y
sobre personas, siendo las personas el eslabón más
débil de la cadena de seguridad. Debemos pensar que los grupos de
ciberdelincuentes actúan a nivel
mundial. Es una delincuencia inmediata y transfronteriza, global. También debemos
de ser muy conscientes que estos grupos independiente de su origen, cuando
fijan un objetivo, o una zona geográfica, estudian muy bien a
su sociedad, al sector empresarial o administración
pública del país que van a ciberatacar y
desarrollan técnicas muy depuradas y precisas para conseguir éxito en sus delitos o en el
daño que persiguen hacer a esas sociedades.
De ahí las cifras que se aportan
en la primera parte de este artículo.
Es decir, cuando se planifica
y articula un ciberataque, no es
lo mismo que este ciberataque vaya dirigido a Ayuntamientos españoles que a hoteles
canarios.
Si además el ciberobjetivo es
una cadena hotelera, no es lo mismo los hoteles que esa cadena pueda
tener en Alemania, en España o en Estados Unidos, dado que el comportamiento humano,
la forma de expresión, de interacción dentro de la organización, tiene una
cultura propia normalmente impregnada y asociada a la identidad
cultural del país dónde se ubican las personas
que están dentro del objetivo ciberatacado.
Es decir, los ciberdelincuentes dedican mucho tiempo y recursos a estudiar a sus objetivos, antes de culminar
la acción definitiva.
Está documentado que pueden estar incluso más de un
año dentro de la red informática de una gran
empresa estudiando las interrelaciones entre
personas, entre suministradores, estudiando sus
operaciones comerciales o formas de expansión e interrelación antes de asestar
un golpe definitivo a la organización.
De ahí la
importancia de que las personas estén entrenadas, que NO
formadas; en la utilización
e interacción con herramientas y con los nuevos entornos digitales. La formación en este caso no es la solución. La
formación es pasiva, por el contrario los ciberataques son activos, son ad hoc para cada cliente, para cada sector económico y/o para cada país.
Por eso, las personas deben de ser entrenadas
por especialistas mediante técnicas pedagógicas depuradas y especializadas,
que a lo largo del tiempo de entrenamiento vayan consiguiendo elevar los niveles de
conocimiento y concienciación hasta conseguir que esas personas sean capaces, en un alto porcentaje, de elevar los niveles de seguridad de su empresa
u organización y que sean capaces de detectar, cuando estas personas
son vectores a través de los cuales un grupo de ciberdelincuentes intenta romper la seguridad de esa organización.
Identificar los elementos débiles de la cadena de seguridad, es decir los empleados o usuarios más proclives a caer en trampas de phishing de los ciberdelincuentes y poder
actuar con determinadas
estrategias sobre estos empleados; es la diferencia entre tener una
organización o empresa con unos niveles de seguridad
aceptables o dejar el destino
desde el punto de vista de la seguridad de la información a la suerte de no ser atacados. No debemos perder
de vista que los empleados y/o usuarios de la tecnología son la
primera línea de defensa de una organización y la última
capa de seguridad.
En próximos artículos abordaremos que debe de hacer
una empresa, administración o cualquier tipo de organización, que esté conectada a la red
desde el punto de vista de asegurar su información.
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